El Papa Francisco recibió este a la comunidad del Pontificio Colegio Etíope en el Vaticano y alentó a los sacerdotes que llegaron de ese país y de Etiopía a ser «constructores de la paz».
Estuvieron en la Santa Sede la comunidad estudiantil con los superiores, sacerdotes y religiosas, y también obispos venidos de Etiopía y Eritrea, entre los cuales figuraban los dos metropolitanos.
Estuvieron presentes también los hermanos capuchinos con el Ministro general, una representación del Pontificio Instituto oriental y la Congregación para las Iglesias Orientales con el Cardenal Sandri a la cabeza.
En su discurso el Papa Francisco recordó la presencia etíope dentro el Vaticano: «en la tumba del Apóstol Pedro los hijos de pueblos geográficamente distantes de Roma, pero tan cercanos a la fe de los Apóstoles en la profesión de Jesucristo Salvador, han encontrado hogar y hospitalidad a lo largo de los siglos», dijo.
Al hablar ante los sacerdotes estudiantes que provienen de esos países africanos, el papa argentino destacó la riqueza que traen a Roma, como la convivencia entre personas pertenecientes a las religiones judía e islámica, y con los hermanos de la Iglesia ortodoxa.
«Siempre rezo para que los años de dolor experimentados en ambos lados sean atesorados, y que no caigamos más en divisiones entre grupos étnicos y entre países con raíces comunes», expresó, alentando a los sacerdotes a ser constructores de paz.
El Pontífice también recordó con tristeza a los muchos que dejaron sus patrias impulsados por la esperanza, yendo al encuentro de tragedias por tierra y por mar, y agradeció a los presentes la acogida que dieron a los inmigrantes, y el compromiso de algunos de seguirlos pastoralmente en Europa y en otros continentes.
«Todavía se puede hacer mucho y mejor, tanto en la patria como en el extranjero, aprovechando los años de estudio y permanencia en Roma, en un servicio humilde y generoso, siempre sobre la base de la unión con el Señor, a quien hemos donado toda nuestra existencia», les alentó.
Francisco también animó a todos a custodiar la preciosa tradición eclesial, «siempre unida al impulso misionero».
Y puso de manifiesto su esperanza de que «se garantice a la Iglesia católica en sus naciones la libertad de servir al bien común, tanto permitiendo que sus estudiantes completen sus estudios en Roma o en cualquier otro lugar, como salvaguardando las instituciones educativas, sanitarias y asistenciales, en la certeza de que tanto los pastores como los fieles desean contribuir al bien y a la prosperidad de sus naciones».